Cuando una especie llega a un grado de bienestar y seguridad por encima de lo que la naturaleza ofrece y tiene todas sus necesidades básicas cubiertas, pierde su capacidad de convivencia con la muerte e intenta comprar la eternidad a Dios a través de los comerciantes del rito y la oración (previo pago en metálico sin factura).
Los religiosos deberían enseñar a morir para siempre, como lo sabe hacer cualquier ser vivo, en lugar de estar vendiendo papeletas para paraísos sin retorno ni comunicación alguna con la realidad.
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