domingo, 9 de mayo de 2010

Repugtórica.

No recuerdo bien qué inmunda sensación me condujo a saborear los restos interdentales antiguos. El caso es que, urgango, urgando, llegué a extraer un lingote amarillo rancio y mal oliente de una de mis caries más profundas.
En estando tanteando su peso, textura, plasticidad, moldeabilidad, entre lengua y labios, entró repentinamente en mi despacho un asesor de imagen encorbatado y requetepeinado en verde, con fuerte estruendo de goznes y pisotón de tarima flotante.
El resultado ya lo han adivinado evidentemente. Voy y me trago el pildorón gangrénico. No tardo ni dos segundos en autoenvenenarme con, además, rápida reacción espasmódica, paro cardíaco, obstrucción laringal y apertura de esfínteres excretores. Me muero asfixiado y derramado.
Bueno, pues escuchen bien ésto. Es absolutamente imposible que esto me haya pasado a mí... ¡No tengo despacho!
Y además me lavo los dientes después de cada comida.

1 comentario:

  1. Ruldof Gagamonas9 de mayo de 2010, 10:59

    ¿Qué distancia hay entre el asco y la risa, entre la hilaridad y el vómito, entre tu puerta y la mía?
    No me puedo quejar, lo he leido voluntariamente y está claro que es un blog amarillo, pero....¡Qué ascazo da estoooooo!

    ResponderEliminar