A base de apretarme contra los terminales nerviosos de una vieja herida del tracto intestinal de cuando el infortunado se tragó una cabeza de gamba en la comunión de un primo lejano, consigo producirle unos retortijones agudos, secos y prolongados.
Pero a veces, cuando me aburro, también gusto de practicar el descuelgue por el nauseabundo tunel en el que habito, hasta conseguir el asome por el infesto ojete (por lo general de descuidada higiene) y el paso al exterior, donde, asido a un de los largos pelos que abundan en la zona, comienzo un tarzánico balanceo que animo en velocidad hasta conseguir propinar una descomunal patada al testículo derecho de mi desgraciado hospedante.
Este infeliz humano ha ido ya más de veinte veces al médico a causa de los dolorosos padecimientos que le produzco, pero los doctores no consiguen encontrar la causa del devenir del dolor de la tripa al huevo derecho y del huevo derecho a la tripa.
Sí, ya lo sé, soy un cabronazo, pero en algo tengo que emplear mi tiempo mientras me metamorfico en pedo, que es para lo que nací.
Por la dulzura de mi relato habrán adivinado los pacientes lectores que efectivamente, hoy tampoco me ha tocado la lotería que tanta falta me hace, no he acertado ni un número.
¡ESTO NO ES UNA ENTRATADA DE BLOG, ESTO ES UNA... METIDAAAAAA!!!
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